FLORENCIA MARCÓ EL DEBATE

A partir de lo ocurrido los últimos días en torno a las denuncias que realizó Florencia Astori por difamación, que lograron una vuelta atrás de los injuriosos, Justicia Infinita nos invitó a reflexionar sobre el tema, aquí les dejo una transcripción bastante fiel de lo que fue nuestra participación en un tema que realmente es complejo y de necesario abordaje. 

“Me parece que el tema de fondo es apasionante. No quiero dejar de decir que el rol que asumió Florencia no solo es el correcto sino que debiera ser ejemplo para muchos y muchas y felicitarla en ese sentido. Y me sumo a ese conjunto de personas que tantas veces por pereza, por pensar que “ya pasa” no movimos hilos en contra de una fake news o desinformación, una distorsión o un jugada de este tipo en redes sociales. Haber logrado que quienes difamaron se retracten de forma pública tiene un efecto personal privado importante pero tiene también un rol y un desborde público y comunitario que parece importante destacar. 

En el fondo, y creo que es lo más importante, está lo que significa la difamación y la construcción de relatos falsos para la sociedad y sobre todo para sistemas políticos y democracias sanas. Las redes sociales hoy son un medio de información permanente, que además inunda nuestras vidas cotidianas, y la construcción de falsedad allí afecta tanto o mucho más que en los medios tradicionales. 

Creo que somos conscientes, o deberíamos serlo, como el permanente asedio de tergiversaciones o falsedades en las redes sociales han tendido de forma exponencial al crecimiento del odio social y de brechas políticas allí donde aún había resabios de diálogo y de posible construcción conjunta. Yo me atrevería a arriesgar que no hay difamación original sin odio de algún tipo, que se exprese en forma de clase, de género, raza u otro.  A no ser por aquellos que quizás inocentes replican lo leído o escuchado.

Creo que también habría que diferenciar, aunque el fondo y la búsqueda sea la misma, de lo que se puede lograr a través de trolls y esas herramientas tecnológicas y virtuales que jamás entenderé, que son parte de campañas y que han tenido consecuencias políticas evidentes y durísimas, (caso de Brasil por ejemplo y recomiendo para quien no haya visto aún dos documentales: al filo de la democracia -sobre la situación de brasil- y “El Dilema de las Redes Sociales” -sobre las redes sociales específicamente-, diferenciarlos decía  de lo que hacen personas tangibles e individuales en su afán de protagonismo o de construcción de una realidad que es la que deseo que sea o la que más me conviene que sea para mi interés personal o público. 

Habrá que rastrear y supongo que esto merecería estudios de psicología social, sociología, etc, qué motivaciones se esconden detrás de estos individuos o de la masa social en las redes moviéndose como tal, cuestión que supera ampliamente mis posibilidades. 

Pero de fondo lo más complejo sigue siendo este mundo donde los hechos no son hechos y donde reina la interpretación libre. Y si bien siempre existe el margen de la interpretación o mirada propia desde una moral subjetiva o una posición ideológica que complejo es el mundo si tapamos con el manto de la duda la esencia de las cosas y nos instalamos en un relativismo cognitivo absoluto que solo nos deja margen para el caos. 

Leía hace un tiempo (y prometo buscar esa nota para recomendarla) que a nadie más que a Trump le encanta la afirmación de “hechos alternativos” y que esto de que no hay más hechos ni afirmaciones es casi el eslogan del postmodernismo anti ilustrado y la posverdad. 

Y lógico, en esa intención de alternatividad, si es que existe un término así, el mundo digital y online es un caldo de cultivo, casi como que quien lo utiliza para crear falsedades pudiese defenderse aludiendo ante el juez que no es el mundo real, que allí no daña a nadie. Sin embargo las consecuencias, aun en aquellos que no han utilizado nunca internet, en sus vidas son reales, afectan de manera directa su trabajo, la opinión pública, y terminan las formas de pensar y comportarse del todo el mundo que los rodea, entonces, a veces, lo virtual es en ocasiones más real que la vida misma. 

Otro punto aparte es la mezcla de la información con opinión. Creo que en esto han caído incluso los periodistas que más se han tomado del pedestal de la objetividad. Las redes permiten disfrazar opinión con información, se borra una línea divisoria muy difusa entre un mundo y otro. Esta muy bien opinar, pero debe estar claro que es una interpretación posible del mundo y no una información. 

No quiero olvidarme del efecto de la repetición que contribuye a la apariencia de veracidad. El factor repetición suma de manera muy fuerte a la confusión. Si bien el dicho dice que no por más repetido algo se convierte en verdad, todos sabemos que más repetido hace a más retenido, y cuanto más retenido más personas asimilan el contenido desvinculando de la fuente original y del hecho de la difamación para comenzar a pensarlo como algo original o propio. 

Y dejo acá otra interrogante en torno a lo que se ha planteado por los compañeros en torno a la herramienta, que lleva y llevará miles de teorías y reflexiones que es la siguiente: ¿es la herramienta el problema? ¿es la que genera estas condiciones y problemáticas o son las personas las que hacen un mal uso de ellas y las usan para destruir y no construir? No serán las personas las que resuelven o encuentran una vía de escape en estas plataformas, así como en el estadio? Será un tema a seguir profundizando pero claramente no podemos dejar de tener en cuenta que es también la misma herramienta la que permite participar a las personas de una forma más activa de la vida política, organizarse para la defensa de ciertas causas, el acceso universal a la información, que cualquiera pueda convertirse en emisor dando visibilidad a puntos de vista alternativos, etc. Potenciemos el buen uso de ellas y no las utilicemos para destruir sino construir. 

Finalmente, ahora sí, generar conciencia del daño personal emocional y el daño democrático en cuanto sistema que tiene la difamación.